Sobre aquello imperceptible que descubra, me movilice y emocione, dejare testimonios en este libro de a bordo; lo elaboré con la transparencia del cristal, para que pueda ser compartido, y procurar asi el nacimiento del ansiado dialogo....

miércoles, octubre 25, 2006

LA LEY DE LA VIDA


Hasta la próxima semana, no podré visitar los blogs de los amigos que me honran con su compañía, y lo menciono, para no defraudar a nadie en su buena fe.
Con los 30 grados de temperatura que soportamos en Buenos Aires, casi no pude abrir el Windows por más de 5 minutos durante una semana. Urgente se impone una reparación de mi PC que hace rato debí haber hecho.
Recién hoy logré editar los comentarios pendientes y publicar este relato, pero no quisiera que nadie vaya a sentirse olvidado por mí, y seguir comentando, sin saber exactamente cuándo podré retribuir tantas atenciones.
Les pido disculpas a todos los que aún les debo mi visita anterior al presente, son muchos, están perfectamente registrados, y la he de cumplir, sin lugar a dudas ni bien pueda; no se imaginan cuánto me molesta este desaire involuntario.
Gracias, y les pido mil disculpas.

- Es la ley de la vida, le dijo un vecino palmeándolo en el hombro, y apenas llegó a dibujar una sonrisa al escucharlo.
Había que verlo a ese viejito, parecía una foto viviente posdatada, de cuándo vaya uno a saber, tomó su primera comunión.
Pero ya no tenía el moño en la manga, ni el nácar del libro de oraciones o el rosario entre sus manos, que ahora se estaban quedando vacías.
Tal vez exageró con el fijador en sus cabellos, le quedaba demasiado achatado el peinado y hasta se le borró la raya al costado que supo lucir impecable, una perfecta línea recta, tanto como lo fuera su vida.
Trajecito negro, camisa blanca, zapatos bien lustrados tratando de disimular algunas requebrajaduras, y una corbata delgadiiita.
Tenía todo muy bien guardado desde su propia fiesta de casamiento.
Alguien lo acomodó en un rinconcito del atrio de la iglesia del barrio, mientras todo a su alrededor, transcurría como en un película, pero muda y en blanco y negro.
Los que iban llegando atrasados, le decían cosas que no escuchaba, sólo tenía una obsesión en su mente: esa modesta casita donde vivió con su familia, que ahora la vislumbraba tan inmensa, por que se casaba su única hija, levantando vuelo para ir a habitar su propio nido.
La ley de la vida.
Recordó esa frase esbozando una mueca irónica, que no llegó a la categoría de sonrisa esta vez.
De pronto, un suntuoso coche color negro, brillante como sus zapatos, estacionaba frente a la puerta de entrada.
Los flashes de las cámaras, no le permitieron disfrutar ese instante tan especial en la vida de un hombre, cuando una hija se acerca a tomar su brazo, blanca como una rosa blanca, como un pompón de algodón, como la nívea imagen de un lago invernal, para que él la acompañara hasta el altar y haciendo entrega de su más preciado tesoro (en su caso, el único que aún conservaba cerca) a quien a partir de ese momento sería su nuevo gran amor.
Ambos temblaban de emoción, mientras lentamente recorrían el trayecto sobre la alfombra roja del templo hacia el altar, y ella percibió una energía que se iba diluyendo en el brazo de su padre, pero el destino ya estaba señalado; sólo atinó mientras saludaba, a apretarlo con más fuerza.
¡¡ Vivan los novios !! gritaba alborozada la concurrencia, mientras una nube de arroz lo cubría todo, terminada ya la ceremonia.
El sin embargo padeció otro tipo de nube, pues sus ojos no podían advertir lo que ocurría a su alrededor.

La fiesta se desarrollaba muy linda, a pesar de la modestia del club.
Don José, había perdido ya la cuenta de los abrazos y palabras de aliento que iba recibiendo.
De pronto un sutil y simple detalle lo hizo estremecer, y se sintió como un rey, a punto de honrar a su princesa.
Es que se comenzó a escuchar desde el viejo tocadiscos, el clásico vals de los novios, y todos lo guiaron para que sea merecidamente, el primero en bailarlo con su hija, mientras iban formando un círculo alrededor de ambos.
Su figura se enalteció, tanto, que por ese emblemático traje negro, y los pasos elegantes lucidos a cada compás, parecían ellos los novios.
Tal vez no debió haber hecho tantos giros inclinando su cabeza con exagerada elegancia de aquí para allá, pero es que su mente se transportaba a otros instantes de su vida, cuando aún no existía su hija, y él fue el protagonista verdadero de la fiesta.
Y con tantas cadencias y vítores y palmadas, su emoción fue más fuerte que su porte, y se comenzó a desplomar, exhausto, lentamente, mientras se iba aferrando a la blanca falda del vestido de novia.

Luego que lo trasladaran a su casa desde la guardia del hospital, ni bien llegó se sintió profundamente mortificado por haber empañado esa velada tan especial.
Y recién al tercer día, decidió quitarse la ropa de la fiesta; no lo hizo antes, ansiando que no terminara nunca, ya que ese vacuo e inmenso entorno; tal cual como lo imaginó, lo rodeaba como si habitara en una caverna, oscura , sin ecos.
Como un acto de rebeldía, se vistió de la forma más modesta que pudo, en oposición con ese aspecto distinguido, al que no estaba acostumbrado.
Iba y venía de un lado al otro, como buscando a los que ya no estaban.
Luego de transcurrido un breve tiempo, y antes de cometer una locura, decidió largarse a volar, en procura de algún sitio donde se sintiera mejor.
Saltaba de un colectivo a otro; de una línea de subway a la siguiente; e hizo además lo que nunca en su vida, recorrió las estaciones suburbanas de todas las líneas de ferrocarril, hasta que al fin, ya cansado de tanto volar, se armó un nido con ramas y hojas, como lo haría un gorrión.
E imaginando que era aquél salón de fiestas la pequeña plaza donde habitaba, de vez en cuando bailaba el vals de los novios en el arenero, casi feliz, pero repitiendo cada tanto, a media voz: - es la ley de la vida, carajo !!

FERNANDO, EL NAVEGANTE DE MARES, RIOS Y SUEÑOS. . .

sábado, octubre 14, 2006

DESILUSION DE DOS AMANTES


Amalgamar la ceremonia en la mirada cómplcie
posiblemente selló el pacto de rictus sorprendentes,
¿ cómo saber quién fue el exégeta que leyó el destino
el día inmemorial en que nuestras almas se fusionaron ?.

Recuerdo un sendero imperceptible, el espacio se esfumó,
no hubo más distancias en el otrora del punto convergente,
que nos sorprendía a diario a uno dentro del otro, aspirándonos,
pues exhalando buscabas mi aire, para transformar el Universo.

Al descubrir tu primera vez, conocí la sin razón de la aventura,
lamenté tanto, no haber logrado esclavizarme desde siempre a tu tibieza,
erigirte soberana absoluta, por saber enaltecer mi incredulidad,
al no vislumbrar antes del encuentro esa realidad exultante.

Pero del sacrílego impromptus, nunca advertimos su paso,
el tiempo emergió entonces impensadamente, como cruel verdugo,
no registramos lo que su entidad nos exigía, pero transcurrió,
y con fuerza irreductible, arrastrando hasta ilusiones engarzadas,
nos dejó el sabor que los milagros no existen, tal vez todo fue tan sólo
un encuentro, y nada más.

FERNANDO, EL NAVEGANTE DE MARES, RIOS Y SUEÑOS . . .

viernes, octubre 06, 2006

ANIMEMOSNOS A QUITARNOS LAS MASCARAS


El acercarse a un grande, además siendo un Amigo, produce una vibra positiva, como él mismo lo expresaría.
Hasta ayer jueves a la tarde, me sentía un “operado de la imaginación”, fue como si me la hubiesen extirpado.
Pero fui a visitar causalmente allí, en su honrosa Nicaragua, la Choza Templo de mi querido Amigo
Misionero la cual no puedo dejar de recomendar, a aquellos que aún no conozcan su talento y su humanidad.
Me encontré con un poema maravilloso de su autoría, que lo catalogué en el comentario, como un verdadero Himno al Amor, pues me hizo recordar como imprescindible acompañamiento a la lectura, la memorable canción, que están escuchando (espero).
Gracias a lo fascinado que quedé con el contenido y estilo de su obra, se encendió una luz en la oscuridad, y debo entonces agradecerte mi querido Alahim Loor, que gracias a ti, puedo volver al ruedo, naturalmente sin pretender equiparar ni remotamente tu maestría; y además deseo aclararte, esa grandeza de sentimientos te mantiene absolutamente al margen de los interrogantes que me planteo, al igual que a tu querida musa, la encantadora Amy.
Este modesto retorno entonces, te lo dedico muy afectuosamente, ya que una vez más me has tendido las redes, indicándome así la senda de los cardúmenes.
E l Navegante

Hay dos denominadores infaltables (sin perjuicio de otros) a la hora de crear, en el instante que mágicamente se enciende la mente de un poeta.
Uno , es el dolor que deja el sabor amargo de la soledad, aún en compañía, naturalmente.
El otro es la antípoda invariable en la vida de una persona: el Amor, tanto en presencia física del amado / a, o tan sólo por haber descubierto la existencia de un ser querido.
Y el pensamiento casi sagrado de un poeta enamorado, me obligó a preguntarme, si realmente tenemos la capacidad para amar, pero de verdad.
¿Cuál es el límite que normalmente cada uno se impone, para que ese elevado sentimiento que todo lo puede, que todo lo mueve, sea realmente la correspondencia a aquello que recibimos, o bien la iniciativa de brindarlo plenamente, sin límites, sin preguntas, sin condiciones, sin reproches ?.
No podemos desconocer, que vivimos insertos en una sociedad dividida, en los tiempos que corren.
Hasta hace algunos años, sin dudas la sociedad “machista” llevaba la delantera en cuanto a la soberbia y abusos de sus tradiciones.
Luego el “feminismo”, se ocupó de poner coto a tantos siglos del predominio de mentalidades dominantes, retrógradas, egoístas.
(No aludiré a aspectos religiosos, por que no es mi tema)
Me quito en este instante la máscara, como más de uno / a tal vez debería hacerlo, y me pregunto: ¿ de qué categoría de amor entonces estuvimos hablando en tiempos pasados, y de cuál lo hacemos ahora?
Pues resulta que la mujer, la hembra dominante en su nueva etapa, la que ha roto las cadenas según la doctrina mencionada, puede contrarrestar severamente esa anacrónica hipocresía.
¿Tal vez estamos en presencia de nuevas hipocresías?
Sin diferencia de sexos, deberíamos revisar nuestra escala de valores, que poco la conocemos mayormente, para enunciar la pirámide de su composición sin titubeos.
¿ Qué o quién está antes que el YO, o el MI, en vez del NOSOTROS, el NUESTRO ?.
Y una vez más podemos observar el ejemplo que nos brindan nuestros hermanos, los animales.
No aludiré a los hipocampos, hablaré de una leona, que en el medio de la jungla, mientras emprendía su mortal carrera de cazadora implacable, encontró desorientado y perdido a un ternero, perteneciente a la manada contra la que ella arremetía ferozmente, para saciar su hambre acumulado, ya desde hacía tres días.
Su instinto maternal, al ver indefenso al animalito, increíblemente, ante la cámara del programa documentalista que lo registró con asombro, la llevó a acercarse lentamente, como si fuera uno de sus cachorros, y lo adoptó como suyo, con una mirada de infinita ternura, brindándole cuidados.
Bueno, lógico es que para hablar del amor materno, en realidad debería editar una entrada aparte, diferenciada de estos planteamientos.
Pero fuera específicamente de ese ser humano maravilloso que nos da la vida, ¿ cuántas veces fuimos capaces de soportar tanto sacrificio, por amor hacia quien nos acompaña ?
¿Tuvimos la dignidad de perdonar un error grave, pero sin caer en la agresividad inconducente ?
¿ Puede el otro sentirse orgulloso de que nos haya elegido como compañero /a de ruta para siempre ?
Es que hay determinados momentos en que la vida nos pone a prueba, y tal vez no exista otra oportunidad, para demostrar que el llevar bien puesta la hombría, no significa ser golpeador; el que grita e insulta más, o el campeón sexual del barrio, sino el jugarse entero, asumiendo determinadas conductas; dar hasta el último aliento; tener actitudes ejemplares, dignificantes hacia la mujer y hacia uno mismo.
Y la catadura moral de una dama, tampoco se puede medir por su éxitos personales, su independencia económica; su look sofisticado y seductor; su personalidad avasallante, sino por la condición de verdadera compañera, de aquél que se siente alguna vez sin un rumbo fijo, por que las cosas en su vida no le han ido tan bien, para dar un ejemplo.
Coincidiremos entonces, que si el respeto no es recíproco, algo no está en su debido lugar.
Ahora podríamos reflexionar, desde luego reconociendo la cantidad de detalles, de diversas circunstancias que
podríamos agregar a estos pensamientos, y tan sólo me pregunto: ¿valió la pena sacarnos las máscaras, y asumir la “mea culpa” si correspondía, o en realidad nos resulta más cómodo seguir llevándola puesta?
Desde luego, cada uno tendrá su propia respuesta
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FERNANDO, EL NAVEGANTE DE MARES RIOS Y SUEÑOS. . .