UN VIAJE COTIDIANO, EN TIEMPO CIRCULAR

Subí al bus, pensando que mis ojos veían alucinaciones, producto de tantos avatares que la vida me puso por delante, como siempre, cuando uno nunca los espera, ni sale a su encuentro, pero sencillamente, ocurren.
Afiné mejor mi ya desgastada visión, y no me equivocaba, una rutilante tanguita (o braga al decir de los amigos de España), negra, calada, diminuta, en fin , un sueño inalcanzable, sobresalía de la parte posterior de la cintura del pantalón de la dama, que por esas cosas del destino, ascendía justo delante mío a ese medio de transporte, y a quien hasta ese instante, ni le había prestado atención.
Y cómo demoraba en subir los escalones!!!, parecían siglos el tiempo que transcurría.
Claro, me dije, es por la bendita moda del jean de tiro o calce bajo, no por un afán estrictamente exhibicionista que podía ver un paraíso en forma triangular ( me refiero geométricamente a la tanga, naturalmente).
Quise ser ingenuo hacia mí mismo, pero no obstante, fue inevitable el sitio donde ir a sentarme, al ver que el asiento contiguo al que había ocupado la ninfa en cuestión, estaba desocupado, sin prestar la mínima atención a ninguno de los 40 y tantos vacíos que había para elegir, ya que era mediodía, y había muy pocos pasajeros.

Por supuesto ella ni reparó en mí, distraída observando por la ventanilla.
Pero una de sus manos, con unas pulseras exóticas y hermosas, tan coloridas como sus anillos y sus uñas, estaba aferrada al asiento de adelante.
No me pregunten por qué, pues ni yo mismo lo sé, pero repentinamente esa piel canela que tenía ante mis ojos, de aspecto tan diáfano, suave, aterciopelado, captó toda mi atención, dejó volar recuerdos remotos, y un coro de viejos bluseros me acompañaba en ese vaivén de aceleradas y frenadas, observándola, deslumbrado, como si el tiempo retrocediera y avanzara, según las maniobras del conductor.
La magia de las caricias otrora recibidas y brindadas; las sensaciones de sus secuelas me invadieron al instante, y logré transportarme a los rincones más remotos de mis proficuos recuerdos, cuando la ternura solía acompañarme en mi camino de romántico errante e incurable.
Un leve escalofrío recorrió todo mi cuerpo merced a la memoria sensorial, y viajé a tantos sitios de la costa de mar,pude ver una puesta de sol en especial, y sentir los típicos sonidos del templo lírico de Neptuno; percibir la tibieza fundamentalmente de aquél abrazo que nunca olvidé, de quien fuera uno de los sueños más hermosos hechos realidad, aquél verano, hacía tanto, tanto tiempo ya, mientras nuestros ojos se investigaban entre sí para descubrir el misterio de un deleite inocente y profundo que nos hacía estremecer y vibrar.
Cómo no recordar las sensaciones de las palabras dichas suavemente acariciando nuestros oídos, aún me parece sentirla rozando mi cuerpo, con sus manos alrededor de mi cuello, y me estremecí, como aquél día, caricia por caricia.
Me pregunté entonces inevitablemente, dónde estarán instalados ahoira esos momentos tan felices, más allá de la memoria y los sentidos; cómo hacer para poder atravesar una puerta abruptamente, y correr al encuentro de quien alguna vez nos hizo sentir la persona más dichosa sobre la tierra.

Como la que casualmente hace exactamente hoy una semana, lacónicamente me dijo: "lo siento, ésto no va más"
Por qué me eres tan esquiva, diosa felicidad; por qué sólo me coronas de remembranzas y no me permites afianzar un presente duradero al fin, de paz y armonía, de alegría de vivir.
Dónde estará mi error, dónde el tuyo; quién es la víctima y quién el victimario en nuestra odisea de convivir a diario, pero hablando idiomas diferentes.
Pergeñando este simple pero penoso dilema existencial, repentinamente reaccioné, volviendo al punto de partida, a ese viaje en bus, y decidí procurar responderme a mis delirios, que no me abandonan ya, tratando de observar con la mayor sutileza a ese ser adorable (ante la relatada contemplación de su piel), que tenía sentada a escasos centímetros míos.
Y mientras percibía un perfume con fragancia frutal que iba invadiendo todos mis sentidos, a medida que giraba mi cabeza, me di cuenta que mi vida era, invariablemente, una constante sucesión de irremediables errores, pues cuando mis ojos llegaron a llamar la atención de los suyos con la desesperanzada profundidad de mi mirada, me di cuenta que otra vez me equivoqué retrospectivamente, sí.
Cuando me observó, algo intrigada, recién me percaté que debí haber nacido, al menos, más de 40 años después.
Me levanté entonces angustiado, súbitamente, al tomar conciencia de todo lo que viví casi distraídamente,en apenas instantes, y bajé del bus aturdido, escuchando el mismo sonido del mar de aquél atardecer, con el referente de tu mirada profunda, sintiendo la suavidad de tu abrazo y tus caricias, disfrutando tus besos, cobijado por tu tibieza, que aún no puedo olvidar, mi adorable Yasmí.
Y sabes, tu pedido que algunos años después me escribiste en un señalador, cuando circunstancialmente te encontré detrás de un mostrador, y me lo entregaste como un ícono, ha sido una constante que se instaló en mis sentimientos y jamás me abandonó.
Sí, pierde cuidado, siempre te recuerdo como una flor, tal como me lo pediste.


FERNANDO, EL NAVEGANTE DE MARES, RIOS Y SUEÑOS. . .

YA ENCONTRARE EL POR QUE, PARA QUIENES NO CONOCEN MI BLOG, MI PERFIL Y TODOS LOS INNUMERABLES DATOS QUE LE SIGUEN, SE HAN DESPLAZADO HACIA LA MITAD INFERIOR DE LA COLUMNA DE LA DERECHA. SORRY.