Y EL PREMIO CABALGO SOBRE PEGASO

Pegaso del Sol, 1922, Acuarela

La que podrán disfrutar ahora, es una de las obras más logradas de cierto escritor con un talento invalorable, editada para todos mis amigos que aún no la hayan leído, y para llegar hasta el alma de los que ya lo han hecho.
El jurado de la Academia de Estocolmo, se empecinó sistemáticamente en no otorgarle NUNCA el Premio Nobel de Literatura, a quien fuera uno de los más excelsos y proficuos autores de la lengua castellana, abarcando los más diversos estilos.
Ha sido reconocido no obstante con otros galardón, como el Premio Cervantes, entre tantos otros.
Su obra perdura invariablemente, y adquiere a través del tiempo, una dimensión superlativa.
Esta poesía, que con sumo placer presento, es una depurada combinación de diversos estilos de estructura poética.
Sus versos, se deslizan como una suave caída de agua cristalina, testimoniando aspectos de su triste realidad personal, y como casi siempre lo ha hecho, aludiendo a otros grandes.
Hay un tratamiento especial en uno de sus párrafos, sobre un tema recurrente entre este presentador y varios de sus amigos: los fenómenos intemporales, que distinguen magistralmente gran parte de sus inspiraciones.
Espero que la disfruten.
Por primera vez, no he de responder a los gentiles comentarios de mis visitantes, que disfrutaré en silencio, cualquiera fuera su posición, salvo que sea estrictamente indispensable, pero sin ningún ánimo despreciativo desde ya.
Es que pretendo que sean únicamente dos los protagonistas de esta entrada:EL AUTOR y SUS LECTORES, nadie más.
Su máximo trofeo tan injustamente negado, tal vez ahora sí, lo esté acompañando durante su eterno descanso.

Con todos ustedes, una poesía del venerado y supremo maestro:

Jorge Luis Borges.

Barreras Melódicas, 1948, Acuarela

POEMA DE LOS DONES

Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden

las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miró este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.


Jorge Luis Borges
de El Hacedor (1960)

Ña Diáfana, 1923, Acuarela

Las imágenes, pertenecen a algunas de las obras de un gran artista plástico argentino de avanzada, que brilló con su inusual estilo, ya desde prinicipios del siglo XX : Xul Solar, amigo personal de Borges.