EL ANGEL SOBREVIVIENTE

Este relato auténtico, de lo que viví hace pocos días, se lo dedico a todos los que sufrieron un horror más de la historia de la "humanidad", como así también a mis queridos Amigos del alma, que me permitieron con su permanenete compañía y aliento, volver a dirigir mi barco hacia altamar, disfrutando una vez más, la plena libertad de navegar.

Pocas veces suelo caminar los sábados a la mañana por la calle Florida, una peatonal de las más concurridas por turistas en la Ciudad de Buenos Aires, con cerca de 20 cuadras de extensión, colmada de locales muy elegantes, con artículos de los más variados, eso sí, para la gente con buen poder adquisitivo. Hacía mucho frío ese día , en nuestro invierno porteño.Y ya cercano a la entrada del subte (subway, metro), descubrí un personajito adorable, que me enterneció ya desde cierta distancia, cuando la divisé.Me llamó primeramente la atención, esa especie de muñequita viviente, sentada en una de sillita como las del jardín de infantes , en medio de la peatonal.Tenía un llamativo vestidito rojo y un aún más llamativo sombrerito blanco tipo cowboy, era la imagen de una ternura absolutamente angelical. Cuando me fui acercando a ella, primeramente me sorprendió, como viejo acordeonista, que el teclado lo digitara con su mano izquierda, cosa que nunca en mis años había visto.Pero al instante de observar su indumentaria y ese detalle de eximia música callejera, lentamente una fuerza especial me hizo acercarme, detenerme ante ella, y escuchar fascinado, el fervor con que a esa hora, con muy poca gente caminando a nuestro alrededor, interpretaba una hermosa aunque desconocida canción, y la cantara con una voz muy dulce, en un aún más misterioso idioma para mis oídos.Su cuerpito se balanceaba al ritmo de una especie de polka, y sus deditos, a pesar del frío, elaboraban los acordes y la melodía con absoluta perfección y un ritmo acompasado, que ella misma , como si fuese la intérprete de una gran orquesta, .Iba marcando con uno de sus piecitos. En un determinado momento, nos quedamos solos en ese sector de la calle Florida, donde ella era el número central del espectáculo, a pesar de los distintos artesanos y otros músicos, que se aprestaban a iniciar su labor, todos adultos naturalmente. Pero nadie lograba superar a simple vista, la magia y el encanto que irradiaba la niña del frio. Así imaginé su apodo por que su naricita y sus manos estaban rojas por la baja temperatura imperante, y de pronto, al quedarnos enfrentados la artista y su único espectador deslumbrado, noté que frente a ella había una latita de conservas, sin etiquetas desde luego, preparada para recoger el fruto de su arte, vaya uno a saber con qué destino o para repartir entre cuántos de su familia. Al observar que estaba vacía , la miré a los ojos, pero ella seguía concentrada en su arte , y recién luego que depositara mi aporte, como entusiasta admirador de esa encantadora criatura, solista de una orquesta de ángeles que la rodeaban, se detuvo un instante, parecía que necesitaba renovar el aire, descansar un poco. Aproveché entonces para felicitarla, y preguntarle cuál era su origen. En un castellano algo mezclado con su idioma natal , me susurró – so de Sáraevo, de Bosnia, siñor. SARAJEVO ! ! me estaba diciendo. Y mientras sentí un estremecimiento, pensando cómo la humanidad pudo tolerar que esa ciudad y tantas otras fuesen arrasadas impunemente por seres inhumanos, sin alma, que apuntaban su cañones impunemente contra los edificios civiles, imágenes que el periodismo mercantilista no dejaba de difundir como primicia, a esa vergüenza no sólo de los genocidas sino de la civilización, perdón de la incivilización de todo el mundo “civilizado”, niñas como la que tenía frente a mí, sus padres, sus hermanos, volaban por el aire para transformarse en esa orquesta de ángeles, que ahora la estaban acompañando a miles de kilómetros del infierno que habían dejado atrás. De pronto, mientras como en una película acelerada recordaba esas atrocidades, ella tuvo que repetirme dos veces, pues no le estaba prestando atención ante esos recuerdos – Siñor , le puedo pidir un favor, me dijo tiernamente y por primera vez se le iluminó una sonrisa en su carita.- Sí, le contesté , que querés linda ??, aprovechando para felicitarla una vez más por el arte que había desplegado, digno de una artista ejemplar. Al principio no entendí nada de lo que me decía, hablaba muy rápido, pero luego llegué a escuchar – Teño una muñequitas muy lindas, valien dos piesos nada más, no me compra uma ?? me rogó, inclinando su cabecita hacia un costado. Daban ganas de comprarle no sólo una muñequita, sino las cosas más hermosas que había en todos los locales donde instaló su escenario callejero.Y una leche chocolatada muy caliente, un alfajor, llevarla a algunos jueguitos electrónicos para que se distraiga, a un cine para que vea dibujos animados, o simplemente sentarse frente a ella, para que el público me acompañe, disfrutando a esa artista de los Balcanes, con su orquesta de ángeles, quien luego de guardar cuidadosamente el dinero en uno de los bolsilos de su vestidito rojo,. comenzó con ellos su “concerto” nuevamente , con una imaginaria ovación que la premiaba por su arte, cientos de monedas que colmaban su latita, y miles de besos que recibía por su valor y abnegación, como el ángel sobreviviente del horror.

FERNANDO, EL NAVEGANTE DE MARES, RIOS Y SUEÑOS. . .