JAQUE MATE
El smog penetraba hasta su cerebro, y la soledad lo hería como las bocinas, en ese monstruo endemoniado llamado Buenos Aires, donde en algunas de sus calles y esquinas, o debajo de los viejos adoquines, sus quimeras se derramaban, a medida que se tornaban más caudalosas.
El Pampa, vivió un típico sueño de pueblerino, ansioso por la “conquista” de la gran ciudad.
- Pasen !! Adelante !!, venga señor. !! pasen nomás a ver qué ofertas !!! , vociferaban hábiles vendedores en locales de las grandes avenidas.
- Pibe, querés entrar a bailar con unas minas de locura ?? sugería un portero grandulón en uno de los tantos piringundines (burdeles) de 25 de Mayo, y así el perfume barato; el licor barato sin licor y el rouge desteñido, invadían los sentidos, produciendo náuseas para los que no eran habitués.
Finalmente un día, el reparto de diarios lo dignificó, iniciando una vida nueva, coronada con esa chica que luego de un apasionado noviazgo, tuvo que ubicarlo “forzosamente” junto a ella en el altar. .
Pero algo influyó, para empañar esa nueva realidad, por que luego de colocarse los anillos, en el instante del beso, él sintió que era otra la boca que acariciaba la suya; otra la tibieza, inexistente en ese abrazo de raso y encajes alquilados; y un perfume lejano más natural, con aroma a flores frescas, suplió a la fragancia de la novia, que le hizo recordar aquéllos burdeles.
Fueron naciendo los hijos, pero también llegaron sus recuerdos, que dejaban una niebla húmeda en sus ojos, como también la sensación de aquella tibieza, que no lograba hallar en quien debía brindarla.
No dejó transcurrir más tiempo, y alquiló su flamante puesto de diarios, para regresar, luego de casi 20 años, a su pueblito natal, pues las profundas nostalgias se acrecentaban cada vez más en su trastocado mundo interior.
Ahora ya no podía pensar en nadie más que en su antigua noviecita a quien dejó como un tesoro oculto de los Incas, en ese pueblo, cuando soñó que en Buenos Aires, hallaría cómo asegurarle un futuro en poco tiempo, el de un triunfador, y no el del peoncito que era.
El micro no tenía dónde dejarlo, más que sobre la ruta que cruza el camino de acceso, que lo llevaría polvorientamente al centro del lugar.
Caminaba ya por la calle principal, sorprendiéndose que entre los pocos rostros conocidos de quienes se cruzaba, nadie lo reconocía, y se alisó entonces los escasos cabellos que le quedaban, lamentando no haberse afeitado el bigote.
Ya estaba por doblar en la esquina que buscaba y sus latido se aceleraron.
Cuando observó la pared lateral de la casa de Alcira, se estremeció, pues donde solía estar tan radiante, con ese rostro angelical su verdadero amor, sólo existían tupidas pero siniestramente bellas enredaderas.
El sitio justo desde donde se sentía el aroma de los pastelitos, el del mate recién cebado, el perfume tan natural con aroma floral, y sobre todo, la tibieza de ese rostro, pero ahora habían quedado amurados, guardados en una fortaleza, como recuerdos entrañables vividos exactamente en ese lugar.
Y a medida que su vista recorría lentamente todos los rincones del ventanal, sólo él podía ver aún allí reflejada, aquella imagen angelical y tantas sensaciones.
Milagrosamente, al abrazarse a esas verjas, como el último intento de procurar comprender que la realidad no era otra, percibió que conservaban intactas la tibieza añorada, los ecos de una suave voz, y el leve chasquido de inocentes besos, todo ello entrelazado en cada partícula de metal, como otra enredadera, intangible pero viva.
El Pampa, vivió un típico sueño de pueblerino, ansioso por la “conquista” de la gran ciudad.
- Pasen !! Adelante !!, venga señor. !! pasen nomás a ver qué ofertas !!! , vociferaban hábiles vendedores en locales de las grandes avenidas.
- Pibe, querés entrar a bailar con unas minas de locura ?? sugería un portero grandulón en uno de los tantos piringundines (burdeles) de 25 de Mayo, y así el perfume barato; el licor barato sin licor y el rouge desteñido, invadían los sentidos, produciendo náuseas para los que no eran habitués.
Finalmente un día, el reparto de diarios lo dignificó, iniciando una vida nueva, coronada con esa chica que luego de un apasionado noviazgo, tuvo que ubicarlo “forzosamente” junto a ella en el altar. .
Pero algo influyó, para empañar esa nueva realidad, por que luego de colocarse los anillos, en el instante del beso, él sintió que era otra la boca que acariciaba la suya; otra la tibieza, inexistente en ese abrazo de raso y encajes alquilados; y un perfume lejano más natural, con aroma a flores frescas, suplió a la fragancia de la novia, que le hizo recordar aquéllos burdeles.
Fueron naciendo los hijos, pero también llegaron sus recuerdos, que dejaban una niebla húmeda en sus ojos, como también la sensación de aquella tibieza, que no lograba hallar en quien debía brindarla.
No dejó transcurrir más tiempo, y alquiló su flamante puesto de diarios, para regresar, luego de casi 20 años, a su pueblito natal, pues las profundas nostalgias se acrecentaban cada vez más en su trastocado mundo interior.
Ahora ya no podía pensar en nadie más que en su antigua noviecita a quien dejó como un tesoro oculto de los Incas, en ese pueblo, cuando soñó que en Buenos Aires, hallaría cómo asegurarle un futuro en poco tiempo, el de un triunfador, y no el del peoncito que era.
El micro no tenía dónde dejarlo, más que sobre la ruta que cruza el camino de acceso, que lo llevaría polvorientamente al centro del lugar.
Caminaba ya por la calle principal, sorprendiéndose que entre los pocos rostros conocidos de quienes se cruzaba, nadie lo reconocía, y se alisó entonces los escasos cabellos que le quedaban, lamentando no haberse afeitado el bigote.
Ya estaba por doblar en la esquina que buscaba y sus latido se aceleraron.
Cuando observó la pared lateral de la casa de Alcira, se estremeció, pues donde solía estar tan radiante, con ese rostro angelical su verdadero amor, sólo existían tupidas pero siniestramente bellas enredaderas.
El sitio justo desde donde se sentía el aroma de los pastelitos, el del mate recién cebado, el perfume tan natural con aroma floral, y sobre todo, la tibieza de ese rostro, pero ahora habían quedado amurados, guardados en una fortaleza, como recuerdos entrañables vividos exactamente en ese lugar.
Y a medida que su vista recorría lentamente todos los rincones del ventanal, sólo él podía ver aún allí reflejada, aquella imagen angelical y tantas sensaciones.
Milagrosamente, al abrazarse a esas verjas, como el último intento de procurar comprender que la realidad no era otra, percibió que conservaban intactas la tibieza añorada, los ecos de una suave voz, y el leve chasquido de inocentes besos, todo ello entrelazado en cada partícula de metal, como otra enredadera, intangible pero viva.
Volvió sobre sus pasos, sin dejar de observar antes de doblar desde donde llegó, por última vez quizás, la imagen que seguramente jamás lo abandonaría.
Retornó a la calle central del pueblo, como un alma en pena, arrastrando su pies, buscando vaya a saber qué sensaciones con su cabeza gacha.
Inesperadamente, casi llegando a la pequeña plaza, apareció caminando ante él, una mujer muy tierna, viejita ya, vecina de la casa de los muros y la verja tibia y perfumada.
Se abrazaron emocionadamente, sin noción del tiempo.
- Demoraste mucho Pampita, ella todos los días, de todos estos años, se pasaba horas en su ventana, esperándote.
Pero cuando su madre murió, su dolor entonces ya fue insoportable - le narraba - y te nombraba, te nombraba siempre, en voz baja, a pesar de todo.
Hasta que un día, no hace mucho tiempo ché, mirá qué casualidad, llegó al pueblo un gringo, de estos vendetuti, con el auto cargado, y como no sabía cómo llegar hasta el almacén, justo la encontró en la ventana a la Alcira, y se bajó hablándole en tal forma que sólo ella lo entendía, y hasta le sonrió.
Y algo pasó, qué se yo – encogiéndose de hombros – por que el hombre volvió una tarde, y otra y otra, aún desde distintos pueblos, y mirá la nena parecía como si la hubieran “hinotizado” o algo sí, por que quedó tan deslumbrada con ese hombre, que un buen día, misteriosamente, se la llevó para siempre.
Que lo tiró, te la perdiste por tan poco tiempo . . . ..”
- Pero cuando se fue ? ”, preguntó nervioso Pampita.
Retornó a la calle central del pueblo, como un alma en pena, arrastrando su pies, buscando vaya a saber qué sensaciones con su cabeza gacha.
Inesperadamente, casi llegando a la pequeña plaza, apareció caminando ante él, una mujer muy tierna, viejita ya, vecina de la casa de los muros y la verja tibia y perfumada.
Se abrazaron emocionadamente, sin noción del tiempo.
- Demoraste mucho Pampita, ella todos los días, de todos estos años, se pasaba horas en su ventana, esperándote.
Pero cuando su madre murió, su dolor entonces ya fue insoportable - le narraba - y te nombraba, te nombraba siempre, en voz baja, a pesar de todo.
Hasta que un día, no hace mucho tiempo ché, mirá qué casualidad, llegó al pueblo un gringo, de estos vendetuti, con el auto cargado, y como no sabía cómo llegar hasta el almacén, justo la encontró en la ventana a la Alcira, y se bajó hablándole en tal forma que sólo ella lo entendía, y hasta le sonrió.
Y algo pasó, qué se yo – encogiéndose de hombros – por que el hombre volvió una tarde, y otra y otra, aún desde distintos pueblos, y mirá la nena parecía como si la hubieran “hinotizado” o algo sí, por que quedó tan deslumbrada con ese hombre, que un buen día, misteriosamente, se la llevó para siempre.
Que lo tiró, te la perdiste por tan poco tiempo . . . ..”
- Pero cuando se fue ? ”, preguntó nervioso Pampita.
- Ayer o anteayer se cumplió un mes”, atravesando esas palabras el corazón de Pampa, quien no pudo evitar tomarse el rostro, llorando como un niño.
Todavía hoy, mucho tiempo después de escuchar esa noticia que le sepultó sus ilusiones para siempre, no obstante se lo puede ver a Pampa, el Pampita de antaño, deambular con la vista extraviada por el campo, “ ALCIRAAAAA” , “ALCIIIIIRAAAA ! ! ! !, grita cada tanto al viento, como ansiando hallarla aún detrás de una piedra, o debajo de un añoso árbol, como su tesoro escondido de los Incas, el cual paradójicamente, tan sólo por un mes , lo había perdido para siempre.
Claro, él nunca quiso aprender a jugar al ajedrez, le resultaba muy complicado, pero tal vez hubiera advertido, que a veces, el movimiento de una pieza tan sólo un tiempo después, significa el jaque mate para toda una vida, por haber perdido LA dama..
FERNANDO, EL NAVEGANTE DE MARES, RIOS Y SUEÑOS . . .
ESTAMOS ESCUCHANDO "ADIOS NONINO" de y por ASTOR PIAZZOLA Y SU ORQUESTA
LAS IMAGENES QUE PODEMOS OBSERVAR, HAN SIDO LOGRADAS POR LA "CAMARA PINCEL" DE UNA NUEVA Y QUERIDA AMIGA : ALICIA MIRADA...TESTIGO DE INSTANTES QUIEN ME HIZO EL HONOR DE PONER SU ALBUM A MI DISPOSICION, PARA QUE ELIGIERA LAS FOTOS QUE MAS ME AGRADEN PARA UN PROXIMO POST.
LOS INVITO A VISITAR SU FLAMANTE Y ARMONIOSO BLOG