Estimados amigos: me siento en la obligación por una cuestión de respeto, de responder a un deseo de muchas de las personas que habitualmente me acompañan a bordo.
De allí la razón de ser de este epílogo, que en verdad nunca pensé que iba a realizar.
Caminaba y caminaba nerviosamente, de aquí para allá, en su departamento.
Ansiaba relajarse, de estar tantas horas sentada frente a su vieja máquina de escribir, comiendo apenas y casi sin dormir, durante ese interminable fin de semana.
Sólo el magnetismo que irradiaba ese humilde anillo, que ahora acariciando uno de sus dedos vestía de fiesta su mundo interior, le otorgaba la fortaleza para cumplir con su obligación.
Luego de tantos años de mutismo, sus sentimientos, que no supo reflejar jamás a través de una actitud digna, habían quedado plasmados, sin lugar a dudas, en ese texto.
- La hora - se dijo , es que el local de la marmolería ya debería estar abierto; caminó como una autómata por el pasillo, no sin antes quedar casi paralizada cuando la puerta de calle se abrió, escasos metros antes que ella llegara, pero sus alucinaciones no se correspondían con la realidad, era simplemente la viejita que vivía en el fondo, quien muy amablemente la saludó.
Es que la imagen de Mario, ahora la acompañaba como nunca.
Llegó algo agitada, a las corridas , empujada por su ansiedad, pero luego de ingresar a ese local, se frenó bruscamente.
Angeles y santos, bronces y lápidas sin terminar, floreros para empotrar y retratos de quienes ya no están, generaban en ese ambiente un halo enrarecido, y fue por esa sensación que un escalofrío recorrió su cuerpo.
Ella, que era profesora de ciencias naturales, aferrada al sentido más elevado de la vida, debía verse rodeada por los objetos de pleitesía, para el reinado de quien ostenta un horrendo cetro.
Al límite ya de la angustia, vino a su encuentro el dueño de la marmolería.
Leyó el papel que Paulina le entregó, ya que el texto que contenía debía ser tallado en mármol.
Luego de la lectura, elevó la vista, observándola fijamente .
- ¿Pasa algo?- se animó a preguntar un tanto incómoda.
- No señora, discúlpeme, es que nunca había leído algo así para un epitafio, y será un honor tallarlo con mis propias manos.-
- Hágalo lo antes posible y por favor, le recomiendo mucha prolijidad – acotó Paulina – y ya en una semana , tendrá que colocarlo. –
Venía pagando estoicamente ahora, el precio de un pasado sin capacidad para conocer los sentimientos. La desidia con que ella misma se condenó, al verse sumida en una profunda tristeza luego de la lectura del testamento, se cobraba, sin miramientos, el costo de una vida sin matices, tal vez debido a su temprana orfandad.
¿Será verdad entonces aquello, de que no existe una segunda oportunidad, para salvar los errores cometidos en la primera?
Paulina tenía sus respuestas, y no escatimaba esfuerzos para procurar aliviar desde este ahora, aquél ayer que le tocó vivir a Mario.
Esa frase, “A vos Paulina, mi amor.......”, aún resonaba en sus oídos, la recordaba como si él se lo hubiese dicho cada vez que se cruzaban en el pasillo; pero sus sentimientos de indiferencia de toda una vida, fueron el real impedimento para que ocurriera.
La primera vez que la sorprendió la lluvia, luego de recuperar milagrosamente el llanto, sintió como una bofetada en su rostro por cada gota que no fuese la de sus ojos, ante tantos años que no pudo sentir compasión por nadie, por no poder llorar ante un dolor propio o ajeno, no haber sabido aceptar, que al lado de su propia casa, desde hacía ya tantos años, vivía quien podría haber sido su compañero de ruta.
Finalmente llegó el día, tan entrañable para ella, y aguardado por casi todos los habitantes de ese pueblo, luego de la noticia de lo que ocurrió en la escribanía.
Los hermanos, (y obviamente sus esposas) por un estúpido resentimiento, prefirieron no asistir.
Lentamente se iban dirigiendo todos en caravana por el caminito que los llevaba a la última morada de Mario, con la mirada perdida, observando circunspectos, el colchón de hojas crujientes del otoño.
Cuando se detuvieron frente a la tumba, el cura párroco parecía un cardenal, con la prestancia con que se predispuso para celebrar esa ceremonia.
Luego de un breve responso, dijo - Hermanos, por especial pedido de la Srta. Paulina Dieguez, vengo a bendecir esta placa, que hoy va a acompañar a quien fuera en vida Mario Scagliaro, conforme lo decidiera como su última voluntad.
En nombre del padre, del hijo......... (acompañando esas sagradas palabras, como un coro de ángeles, sólo se oía el deslizar de las hojas que libremente volaban al viento, y un suave sonido armónico, cuando se posaban sobre la alfombra otoñal)
Retiraron luego el velo que cubría el mármol blanco nacarado, con el epitafio tallado a mano.
El corazón de Paulina, ahora invadido por un amor que le llegó de un extraño viaje a través del tiempo y del espacio, desde otra dimensión, guiaba sus ojos, que nuevamente humedecían su rostro.
Se llenó de coraje, y como él lo soñó, con sus propios labios le susurró en voz muy baja, observando fijamente la foto de la sepultura que estaba frente a ella, lo que había dejado tallado en el alma de Mario para siempre:
TODO AQUEL QUE PASE FRENTE A ESTE LUGAR DE ETERNO DESCANSO, PODRA PERCIBIR EL AURA QUE SURGE DEL ALMA DE QUIEN FUERA EN VIDA UNA PERSONA MUY ESPECIAL. SU CAPACIDAD DE AMAR Y PERDONAR NO RECONOCIERON OTRO LIMITE QUE EL DE SU PROPIA MUERTE, QUIEN LO VENCIO SIN DARLE NINGUNA TREGUA. PERO EL ERA UN SER HUMANO MUY VALIOSO, Y POR ESO FUE DESTERRADO DEL TERRENO DONDE ELLA SUELE RECOGER A SUS VICTIMAS. MAS NO SE PODRA REGOCIJAR POR HABERSELO LLEVADO. ALGO SE LE ESCAPO ENTRE SUS GARRAS. Y ES QUE DE MARIO SCAGLIARO HA QUEDADO EN ESTE MUNDO EL MEJOR DE LOS RECUERDOS, DEBIDO A SU TERNURA, SU HOMBRIA DE BIEN, Y LA HUMILDAD DE PREFERIR SUMERGIRSE EN UN PERPETUO SUFRIMIENTO, ANTES DE HALLAR REMEDIO AVASALLANDO UN ANSIADO TEMPLO, QUE LE RESULTABA INACCESIBLE. NO DEJEN DE EFECTUAR UNA ORACION PARA QUE DESCANSE EN PAZ, PUES DESDE EL LUGAR DONDE NOS ESTA OBSERVANDO, SEGURAMENTE LO AGRADECERA CON SU SONRISA HABITUAL, QUE NO TODOS APRECIAMOS A SU DEBIDO TIEMPO.
FERNANDO, EL NAVEGANTE DE MARES, RIOS Y SUEÑOS...